Recomendaciones iniciales.
Nunca debemos pasar por alto palabras, conceptos o referencias culturales cuyo sentido desconozcamos o nos parezca dudoso. En este momento, debemos servirnos de diccionarios u otros elementos auxiliares.
Después de leerlo atentamente las veces necesarias hasta familiarizarnos con sus características, numeradas las líneas de cinco en cinco para su fácil identificación, subrayadas las ideas principales y resueltas todas las dudas, estaremos en condiciones de aplicar el método de análisis y comentario que a continuación explicamos.
Respecto a la distinción entre análisis y comentario, hay que decir que, aunque en algunas ocasiones son sinónimos, no designan exactamente la misma operación. El análisis consistirá en un trabajo de disección previo al comentario. Una vez examinados y entendidos los diferentes elementos textuales de manera metódica, podremos abordar el comentario. El comentario tiene que ser, por tanto, el resultado de un esfuerzo de comprensión minuciosa.
Fase del análisis.
1) Localización.
Localizar un texto consiste situarlo adecuadamente en su momento histórico, en su entorno cultural y en el lugar que ocupa dentro de la obra del autor. Para poner de manifiesto las relaciones de un texto con su época, necesitamos aclarar primero si se trata de un fragmento o de uno obra completa. En el caso de que se trate de un fragmento, tendremos que observar si tiene cierta autonomía y se puede explicar por sí solo o si, por el contrario, el conocimiento de la obra de que forma parte resulta imprescindible para el correcto desarrollo de nuestro trabajo. Ante la falta de datos consistente y útiles que puede presentar el texto que se propone, el comentarista tal vez opte por documentarse abundantemente. Buscará información en la obra original o en manuales y tratados, etc. Pero tendrá que defenderse ante este cúmulo de datos mediante un riguroso proceso de selección. Aquí, como en otras circunstancias, más que acumular mucha información, conviene saber utilizar la que se tiene.
A menudo, las pistas necesarias para la localización vienen facilitadas al pie del propio escrito, pero no siempre, por lo que habrá que recurrir a veces al examen de elementos textuales como indicios de época. En cualquier caso, ante estas recomendaciones puede plantearse una pregunta: ¿qué datos escoger de los que nos ofrece el material consultado? Solo los pertinentes: alguna referencia biográfica determinante para la comprensión de texto comentado, una mínima caracterización de la corriente artística o ideológica en que se inscribe el autor, el marco histórico o social de la época, etc.
2) Propósito, punto de vista y tema central.
El propósito básico de un autor puede descubrirse respondiendo a la pregunta para qué escribe. Todo autor aspira a que su obra sea tenida en cuenta y, en definitiva, a que conmueva al lector, le ocupe parte de su tiempo y le obligue a modificar su visión de las cosas. Pero este es un objetivo demasiado genérico que tenemos que dar por implícito en todo lo publicado. A nosotros nos interesa averiguar el propósito específico. Lo descubriremos preguntándonos par qué se escribió, concretamente, el texto analizado. La variedad de propósitos es inmensa; su expresión, infinita. La fórmula de la respuesta puede construirse tomando como núcleo un infinitivo: “... para deshacer la autoridad de... “ ...”para censurar los vicios de las clases dominantes...” “... para rebatir con base experimental la idea de...” Esta fórmula tiene que expresarse con sencillez y claridad.
El punto de vista representa el ángulo desde el cual se cuenta la historia o se transmite la información. El punto de vista del autor no puede delimitarse con exactitud sin tener en cuenta el destinatario potencial para el que se escribe, ni el propósito que le guía.
En cuanto al tema, no debe confundirse confundirse con otros aspectos del contenido: ni con el propósito ni con el argumento. El tema se define como la idea central en torno al cual se construye el texto. Viene a ser como una síntesis conceptual o abstracta de lo que el autor ha dicho, no de lo que ha pretendido con decir lo que ha dicho (de averiguar esto se encarga la determinación del propósito). No caigamos en la confusión de identificar propósito con tema: se trata de dos aspectos del contenido fuertemente cohesionados, pero discernibles, aunque sus respectivas formulaciones se fusionan a menudo en una única frase. Otro concepto que no tiene que confundirse con el tema es el argumento. El concepto de argumento conlleva el desarrollo espacial o temporal de un asunto. Reconocemos como tema de un texto la idea principal que lo impregna y le da unidad y coherencia. Aunque no esté mencionado explícitamente, no por ello hay que pensar que falta. Una vez determinado, se ha de expresar con un nombre abstracto como núcleo y de manera breve, por ejemplo: “los derechos de los indígenas brasileños”, “los valores individuales frente a la uniformización social”, etc. Todas las fórmulas podrían fusionarse perfectamente con las que recogen el propósito y el punto de vista: “defender (propósito) apasionadamente (punto de vista) los derechos (tema central) de los indígenas brasileños “, “ensalzar (propósito) de manera arbitraria (punto de vista) los valores individuales (tema) frente a la uniformización social”, etc.
En ocasiones, además de dilucidar el tema principal, será posible distinguir otros temas colaterales o secundarios, insertados, bien como apoyo, bien como contraste o como simple red de sugerencias. Los señalaremos sólo en el caso de que tengan una cierta presencia o entidad en su conjunto; en caso contrario, lo dejaremos fuera de nuestra enunciación.
3) Estructura interna.
Llamamos estructura a un conjunto de elementos relacionados entre sí e interdependientes. En el análisis de un texto reconocemos dos tipos de estructura: la interna y la externa. La interna se refiere a la distribución de los elementos del contenido, los significados, a lo largo del texto; la externa a la cohesión que establecen entre sí los elementos formales, los significantes. Una y otra estructura se entrelazan y se superponen como la urdimbre y la trama de un tejido. Si el texto es coherente y de una cierta extensión, en mayor o menor medida, su estructura interna será suceptible de ser dividida en dos o más segmentos, los bloques temáticos, divisibles a su vez en partes de menor entidad, los apartados.
Para poder considerar una parte como bloque temático es necesario que cumpla dos requisitos: a) que contenga una referencia directa o indirecta al tema central; b) que sea relevante para el conjunto, es decir, que sea significativa hasta el punto de que su amputación represente una pérdida decisiva para el sentido global del texto. Cada parte segmentada ha de mantener una relación solidaria con el todo; sin ella, si es decisiva de verdad, el todo dejaría de significar lo que significa.
Las divisiones de la estructura interna no siempre están marcadas de manera visible, formal o tipográficamente, pero eso no quiere decir que no pueda distinguirse. Ni el párrafo en la prosa ni la estrofa en el verso pueden identificarse sin más con los bloques temáticos. Un bloque puede ocupar tanto una parte del párrafo completo como varios consecutivos, depende del texto.
Una primera clasificación de los textos por su organización puede establecerse según estén construidos en torno a una idea central, textos de estructura vertebrada, o no, textos de estructura invertebrada. En los mínimamente elaborados (vertebrados) es posible descubrir un orden incluso en los que presentan una estructura caótica. El factor de ordenación más elocuente en los textos informativos lo proporcionan la relación lógica entre sus partes.
Se han reconocido diferentes esquemas:
a) textos de estructura analizante: aquellos que empiezan con una idea que se explica o desarrolla a continuación (se podrían llamar también textos de estructura deductiva, por ir de lo general a lo particular).
b) textos de estructura sintetizante: los que expresan al final una idea que es conclusión de lo anterior (estos textos tienen su equivalente en los argumentos inductivos).
c) textos de estructura paralela: en ellos las ideas no se subordinan a otras, sino que todas tienen importancia similar; d) textos de estructura encuadrada: en éstos la idea del principio se parangona o adquiere el mismo relieve que la del final.
En el momento de analizar por escrito la estructura interna de un texto, reconoceremos la conveniencia de haber numerado sus líneas de cinco en cinco. Señalaremos la extensión de los diferentes bloques, A, B, C, etc., aludiendo a las líneas que abarca cada uno. Cada bloque puede estar formado asimismo por diferentes apartados, 1, 2, 3, etc., haremos otro tanto con estas subdivisiones.
En beneficio de la claridad del esquema resultante, procuraremos que el número de partes diferenciadas no sea excesivo y que su exposición contenga una mínima referencia a aquella porción del contenido por la cual los bloques y los apartados se justifican como tales. Finalmente, tanto en la demarcación de los bloques como en la de los apartados precisaremos, siempre que sea posible, el elemento conector entre cada dos divisiones o subdivisiones.
4) Estructura externa.
Llamamos estructura externa a la red de relaciones que establecen entre sí los significante. Esta red no se establece arbitrariamente, sino en función de un contenido y con arreglo a un propósito. Justificar su necesidad, esto es, por qué el contenido se dispone como se dispone y no de otra manera y hacer explícitas las dependencias formales que permitían la separación de la estructura interna en bloques temáticos será nuestro objetivo en este punto del análisis.
Para explicar el por qué de la forma utilizada tendremos que ir reconociendo frase a frase cómo se refleja el contenido, igual que un rostro en un espejo, en los elementos formales de cada parte (elementos fonológicos, morfosintácticos y léxico-semánticos). Ahora bien, no se trata de practicar un análisis exhaustivo de los diferentes niveles lingüísticos, sino de señalar aquellos rasgos que tienen una especial relevancia para la articulación del conjunto. De ahí que sea necesario reparar entre los conectores entre párrafo y párrafo, como piezas que establecen o marcan no sólo la dependencia lógica, sino también formal, gramatical, entre las frases.
La cohesión que se forja sobre el juego de dependencias -tanto entonativas como gramaticales y semánticas- entre una pregunta y su respuesta, puede considerarse, asimismo, como eje de la división formal de un texto.
Valoración global y comentario.
Finalmente, el comentario consistirá un ejercicio de síntesis y de redacción definitiva de lo que se ha ido comprobando como fundamental a lo largo del análisis. Debe contener un balance mínimo e impresión personal, siempre que resulte razonada.
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